martes, 20 de marzo de 2018

Necesito un alma dormida que no despierte en la madrugada.
Un alma que no  recuerde errores, sin memoria.

Ajada la mía anda, sueño tras  noche inquieta,
sin rastro de ti.
Necesito un alma que se meza adormecida en noches cálidas,
 noches de calma y cigarro consumido.

Un año y otro año sin mas compañía que mis anhelos.
Abandonado, olvidado, solitario y melancólico.

Un bucle imparable , despertar del sueño y soñar despierto, despertar del sueño y soñar despierto, despertar del sueño y soñar ya muerto.

Morí y sin embargo sigo vivo.

Vivir sobre el moribundo latido.
Agarrado a la hora que escapa,
al minuto impaciente,
a la arruga en el alma.

Un alma dormida es lo que necesito,
que no despierte en la madrugada.


Supongamos que respiro solo si tu respiras.

Supongamos que soy por que en ti soy y dejo de ser cuanto tu no estas.

Supongamos que vivir es sinónimo de tu nombre y mil antónimos cabreados no podrían borrarlo de mi mente.

Supongamos que me da miedo despertar una mañana y descubrirme solo, tan solo como siempre me he jactado de ser capaz de estar. 
Supongamos que hace tiempo que no soy el mismo, que el valor que aparento es tan solo una armadura que me permite no derrumbarme, un exoesqueleto que sostiene un cuerpo tembloroso y necesitado , ávido de tu olor que da vigor a mi valor, valor a la vida que viviendo no merece ser vivida lejos de lo que me da vida ,que eres tu.

Supongamos que todo es un lio , que solo tu presencia tiene sentido y da significado a lo intrincado de esta aventura sin reglas ni limite de participantes.
Supongamos que es amor.

Supongamos que incluso decir la palabra me da miedo.

Supongamos que la digo, ¿Que dirias?

Supongamos y suponiendo me dijiste si.

No supongamos más y demos paso a la certeza.

lunes, 13 de enero de 2014

Besos diferidos

Me atrajo, lo hizo desde el momento que la vi apoyada en la barra de aquel bar, esperando con aire inocente a que le sirvieran su copa. Me atrajo como la playa acoge al naufrago, como el hambre asalta al mendigo, lo hizo con premura, con desazón, lo hizo a mi pesar. No debería haberme sentido así, total yo solo había salido a dar una vuelta, a despejar un poco mi mente y olvidarme por un rato de la universidad y los exámenes.
Me obligue a distraerme, a mirar alrededor, suplique a mi corazón que domeñara su ritmo, lo intente pero no pude resistirme. Volví a mirarla, no era alta ni baja, ni corpulenta ni delgada en exceso, en realidad hubiera sido un chica de lo más normal de no ser por ese aura de seguridad que parecía rodearla, por esa inexpresiva dulzura que pugnaba por  asomarse sin  consentimiento a sus ojos. Por alguna razón que aun se escapa a mi entendimiento no podía despegar mi vista de su pecho, casi podía imaginarme abrazándolo, deslizando mi lengua hasta esa frontera donde el torso pierde su nombre, abandonándome a sus proporcionadas y fibrosas extremidades.
En el bar la música y el deseo se agitaron un cocktail explosivo y, mi innata vergüenza me abandono; me acerque a ella, mire fijamente sus marrones ojos y  susurre mi nombre en su oído. Su respuesta atravesó mi oído y desato un inesperado efecto en mi entrepierna.”Sofía, me llamo Sofía” respondió,” ¿llevas un rato mirándome verdad?” pregunto. En realidad más que una pregunta sonó a afirmación, una de esas que no albergan ningún tipo de reproche sino que mas bien invitan a continuar. Directos y al grano, así me gustaban a mí las chicas, en cierta manera todos buscamos ese desafío que supone enfrentarte a lo diferente.
La mire, nos miramos durante un instante que pareció una eternidad, el movimiento a nuestro alrededor pareció ralentizarse. La mire, nos miramos, y el espacio entre nuestros labios se redujo considerablemente. Me miro, nos miramos, y susurro: “vivo aquí cerca, ¿me acompañas?”. “Nada me gustaría más” respondí sorprendido de mi propia osadía.
Ese fue el comienzo de la noche, el resto son fragmentos vagando en mi memoria, retazos de un dormitorio y una cama, de un cuerpo que ardía y del que no me creí capaz de despegarme.
 Recuerdo su lengua besando mi pene, endureciéndolo hasta extremos que nunca había conocido. Añoro el instante en que mi lengua recorrió su fibroso torso, regocijándose en el  reposo que su  pecho me brindo, a mi cuerpo abandonado al cálido refugio de sus extremidades. Aun me excito al pensar en los mil embates de mi cuerpo sobre el suyo.

Sudor, sudor y sexo es el olor que deje atrás a la mañana siguiente cuando abandone a hurtadillas aquella habitación. Ese mismo olor que ni el frio de la mañana golpeando mis mejillas y devolviéndome a la realidad pudo arrebatarme. Su olor, ese que busco en cada cama desde entonces.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Noventa centímetros para ser dos

  Es en la madrugada, cuando los sonidos yacen reposando en los brazos del silencio, justo en ese instante, en el que escucho tu sincopada respiración y esta, marca los tiempos de mis pensamientos. En ese preciso momento, en el que me deslizo con la mirada, paseando por las facciones de tu cara, relajadas, abandonadas a un tierno sueño. En ese preciso "tic" del segundero,  todo merece la pena. Se insufla a mi pecho una misteriosa brisa, que me convierte en capaz de derrotar al fantasma de las circunstancias, a las renuncias obligadas, a la pena... Todo tiene sentido frente a lo intrincado de tus rizos, respirando al son que boga el vaivén de tu respirar.
  Me deslizo furtivo bajo las sabanas de tu cama, adormezco mi razón sobre tu infantil pecho, sofreno a la avariciosa angustia y me abandono a tu inocente aroma. Siempre, cada noche sin falta me pregunto, como puede ese cuerpecito infundir tanto calor a mi helada alma, conferir tanto poder a tan cobarde voluntad.

  Es en noches frías como esta, de un frio ajeno a los termómetros, de esas que hielan el deseo de vivir. Es en noches como esta, que me refugio en tu futuro, me adormezco en mi deseo de adherirme sobre ti. Son noches como esta, las que me obligan a
no rendir.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Paranoias de una noche que pretendio ser larga.

Sentir sin vivir
 Recordar sin dejar de sufrir
Deseos sudorosos
 Desde  una manta olvidados
Seguro que me olvidas, yo no seré capaz
Nacer para morir,
Fumar sin consumir,
 Camino sin final,
 Sofá de larga espera
  Primavera tras invierno
 Yo mirando tu perfil,
Perfilando mí derrota.
 Mentirosa la verdad,

 La  que me empuja a recordarte.

jueves, 26 de diciembre de 2013

AÚN....

Aún, no avisa, aparece de repente y como relámpago te enamora.
Aún, es un tu y yo pretendiendo ser un nosotros. Es poner cara de tonto y decir : "me encanta que me encantes".
Aún, es demasiado tiempo cuando hablamos de añorar. Cuando pretendemos seguir con nuestras vidas y mirar hacia otro lado a pesar de que aún no somos capaces.
Aún, puede llegar a ser lo único que mantiene una sonrisa sobre nuestro rostro. Es temblar cuando aún no soy capaz de borrar de mi memoria aquella noche, es recordar aquella sábana blanca rendida sobre tu pecho.
 Aún, es a veces una forma sutil de reconocer que no puedo, que no deseo olvidarte, es tan solo recordarme que lo mejor que me ocurrió fue caminar por aquel callejón encharcado, que la risa de tu boca fue medicina para mi alma.
Aún, es la esperanza de volver a verte beber malibu con piña y también el irresistible deseo de compartirlo de nuevo de tus dulces labios, mientras que el mundo nos confirma que somos el uno para el otro.
Aún, es temblar al contacto de tu piel, es desear que el tiempo se desvanezca al  compas de tus caderas.
Aún, a veces se disfraza de  tal vez, tal vez me haya enamorado, tal vez no debería decírtelo, tal vez tenga miedo a perderte.
Aún, es una mala consejera cuando  añoramos y se que estas lejos. Cuando  aún no te puedo ver y aún no me acariciaras.
Aún ha dado a luz a esta carta y  esta noche llora tu ausencia y  aunque tiene lágrimas en los ojos, no quiere parar de llorar porque sabe que el llanto y el recuerdo es lo único que aún le queda.
Aún, soy yo añorándote.

 Aún, espero que seas tú arrepintiéndote.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Disolucion

El coche pareció encogerse, retraerse sobre sí mismo, como si incluso el supiera de lo inevitable de este momento. Comencé a sentir un extraño magnetismo, una imperiosa necesidad de disolverme sobre sus labios, de olvidar que el mundo tiene sus reglas y que a veces sale caro transgredirlas.
 Me embarque cual Odiseo inocente en el viaje de sus labios, en la dulce fragancia de su cuerpo, en esa misteriosa sensualidad que desprende su mirada. Me aleje con rumbo incierto. Rendido,
disfrute del lento balanceo de sus labios sobre los míos, soñé con perseguirlos hasta la frontera más alejada de su piel, hacia el más recóndito escondrijo que su ropa escondía.
 Me perdí en el recuerdo de cada momento compartido, en cada sonrisa asomada al balcón de su boca, a cada brillo de sus radiantes ojos; me perdí entre las rocosas costas de mi deseo y desee encallar para siempre.

Fue un leve susurro, una puñalada en forma de palabra, un “Vale” agridulce el que me hizo despertar, recordar que los ángeles les están vedados a los simples mortales. Fueron tan solo cuatro letras las que rompieron la inconsciencia de la pasión y desterraron este momento a un estrecho y ajado baúl llamado recuerdo.