Es en la
madrugada, cuando los sonidos yacen reposando en los brazos del silencio, justo
en ese instante, en el que escucho tu sincopada respiración y esta, marca los
tiempos de mis pensamientos. En ese preciso momento, en el que me deslizo con la
mirada, paseando por las facciones de tu cara, relajadas, abandonadas a un
tierno sueño. En ese preciso "tic" del segundero, todo merece la pena. Se insufla a mi pecho una
misteriosa brisa, que me convierte en capaz de derrotar al fantasma de las
circunstancias, a las renuncias obligadas, a la pena... Todo tiene sentido frente
a lo intrincado de tus rizos, respirando al son que boga el vaivén de tu
respirar.
Me deslizo furtivo
bajo las sabanas de tu cama, adormezco mi razón sobre tu infantil pecho,
sofreno a la avariciosa angustia y me abandono a tu inocente aroma. Siempre,
cada noche sin falta me pregunto, como puede ese cuerpecito infundir tanto calor
a mi helada alma, conferir tanto poder a tan cobarde voluntad.
Es en noches
frías como esta, de un frio ajeno a los termómetros, de esas que hielan el
deseo de vivir. Es en noches como esta, que me refugio en tu futuro, me
adormezco en mi deseo de adherirme sobre ti. Son noches como esta, las que me obligan a
no rendir.
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