sábado, 28 de diciembre de 2013

Noventa centímetros para ser dos

  Es en la madrugada, cuando los sonidos yacen reposando en los brazos del silencio, justo en ese instante, en el que escucho tu sincopada respiración y esta, marca los tiempos de mis pensamientos. En ese preciso momento, en el que me deslizo con la mirada, paseando por las facciones de tu cara, relajadas, abandonadas a un tierno sueño. En ese preciso "tic" del segundero,  todo merece la pena. Se insufla a mi pecho una misteriosa brisa, que me convierte en capaz de derrotar al fantasma de las circunstancias, a las renuncias obligadas, a la pena... Todo tiene sentido frente a lo intrincado de tus rizos, respirando al son que boga el vaivén de tu respirar.
  Me deslizo furtivo bajo las sabanas de tu cama, adormezco mi razón sobre tu infantil pecho, sofreno a la avariciosa angustia y me abandono a tu inocente aroma. Siempre, cada noche sin falta me pregunto, como puede ese cuerpecito infundir tanto calor a mi helada alma, conferir tanto poder a tan cobarde voluntad.

  Es en noches frías como esta, de un frio ajeno a los termómetros, de esas que hielan el deseo de vivir. Es en noches como esta, que me refugio en tu futuro, me adormezco en mi deseo de adherirme sobre ti. Son noches como esta, las que me obligan a
no rendir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario