Acabo de terminar el libro Pasiones Romanas de la escritora Maria de la Pau Janer y me ha encantado. Lo recomiendo encarecidamente y, como no podía ser de otra manera al influjo de las Pasiones Romanas he adaptado un Post anterior(Maldita Dulzura),para convertir mi "Pasión"por la lectura en esta "Pasion e im(posturas) de un alma perdida". Espero no os parezca demasiado malo y podais llegar al final.
siempre me he preguntado que rige los
algoritmos de nuestro comportamiento, que te lleva a tomar una decisión en un
momento concreto y como puede esto afectar al resto de tu vida. Tal vez ,la
libertad no haya sido, después de todo, un regalo al hombre, sino mas bien el
precio a pagar por todos nuestros pecados.
Siempre la había deseado, siempre había
sentido algo especial por ella y sin embargo nunca me atreví a decírselo. ¿Qué habría pasado si en alguno
de esos momentos que compartimos, lo hubiera hecho? ¿Cómo habrían sido afectadas nuestras vidas? Siempre
he sido fan de este tipo de películas en las que el chico retrocede al pasado y
un mínimo cambio hace que todo lo que había sido su vida de un giro inesperado.
Infravalorar las decisiones que tomamos en la
vida es algo muy típico de la juventud. Tan solo cuando las consecuencias de
estas nos abruman, comenzamos a ver el valor real de esa pesada losa llamada
libertad.
Por aquel tiempo yo había cometido todos los
errores que podían ser cometidos: tenía un trabajo mediocre, una mujer a la que
no amaba y una hija a la que amaba por encima de todas las cosas, pero que me
recordaba cada día cuan mal planificados habían estado todos mis actos. No sé
si conocéis esa sensación de ahogo, de caer en una espiral diabólica en la que
cada vez te encuentras más cerca del vórtice y más lejos de reconducir tu vida.
El
momento más difícil es quizá el primer te quiero, ese primero en el que no se
te eriza el vello, ese que sale como impulsado por algún resorte que te empuja
a la auto supervivencia de la impostura. Depues…. Después es todo mucho más
fácil, tan solo consiste en dejarte llevar, sumergirte en el día y no sentir. Quizá
de vez en cuando una punzada de dolor te golpee y te susurre al oído: “se sincero,
aun puedes reconducir tu vida”, o tal vez te lleve mas allá y te grite: “¡Corre!;
pero en el fondo sabes que demasiadas cosas te atan a tu cotidianidad,
demasiadas cosas que perder pesan en un platillo de la balanza y al fin y al cabo…
tampoco estas tan mal.
Es entonces, cuando has conseguido llegar a
ese punto de indolencia, entonces va la vida y te sacude. Es en ese preciso momento
en que comienzas a sentirte cómodo, a mirar más hacia abajo y menos hacia los más
dichosos, es entonces cuando la vida parece que no tiene nada nuevo que ofrecer,
en ese preciso entonces fue cuando la vi.
Fue de lejos al principio, caminaba hacia a mí
y yo hacía a ella desde el extremo opuesto de la calle, destacaba entre el
grupo de chicas que la acompañaban; la verdad es que, no sabría decir que la
hacía especial, quizá fuera ese halo de niña buena que la envolvía, acompañado de su melena rubia, o simplemente,
lo único que fuera especial, lo único que realmente la distinguiera de entre
ese grupo de chicas fuera mi manera especial de mirarla. Ella tardo más en reconocerme
y pareció dudar entre si saludarme o no, después de todo había pasado mucho tiempo y… ¿que podía quedar de
esos dos adolescentes jugando a enamorarse? Al final, al llegar a mi altura se
paro, me miro y dijo “hola”; yo atine torpemente a acertar dos besos en sus
mejillas y creo que farfulle algunas frases un tanto incoherentes, ¿ Co…como te
va?, ¿Sigues viviendo en Murcia?, a ver si algún día quedamos…… Pronuncie esas
frases sabiendo que no pasarían de allí, que ese reencuentro no tendría más
transcendencia que un yo girando la cabeza para verla alejarse y esa punzada de deseo en el estomago como
recuerdo lacerante de un pasado que no volvería.
El sol golpeo mi cara colándose en mi
habitación a través de la ventana, recordé que no había bajado la persiana la
noche anterior e inmediatamente su
figura me vino a la mente. Malas pasadas juega a veces la memoria olvidando que
hay cosas que no deben ser recordadas, que deben ser guardadas en un seguro
baúl en lo más profundo de nuestra memoria, pero la mente no sabe más que de
deseos y aquella noche había pertenecido a ese ,que ardía en mi interior por
ella.
Me levante algo trastocado, pero decidido a
volver a mi rutina diaria, a no permitir que el caparazón fuera agrietado y, lo
primero que hice al ver a mi mujer fue plantarle un beso en los labios, quizá,
de esta manera, pensé yo, pudiera devolver el daño que ya le había causado;
pagar el amor que había intentado sentir por ella de manera infructuosa. Ella
me quiere y yo siempre lo había sabido, ella siempre ha creído que yo también ;
es gracioso como el amor puede llegar a cegar y hacerte vivir ajeno a la
realidad que poco a poco te envuelve , a mi me duele, me duele vivir en una
impostura, pero que hacer si esta impostura es todo lo que tienes, que hacer si
todo lo que has construido no te importa y a la vez sabes que es lo único que
mantiene, quizá tan solo en una falsa sensación de tibieza , quizá nada que se
le parezca a el ardor que un día entre libros de poesía y minis de calimocho
creíste sentir .
Seguro, si había de definir el término que
caracterizaba mi vida era ese. Tan solo una vida sin altibajos, una en la que
lo previsible de las tostadas en la mañana
y del beso de buenos días no dejaban paso a ningún agente extraño, a
ningún pensamiento alocado que pudiera trastocar ese pacto no verbal entre dos
partes que se saben unidas tan solo por lo que un día creyeron sentir. Besos de
esos que instintivamente se reparten sin más emoción que la del reconocimiento de la no soledad, besos que no dejan recuerdo, que van y vienen
sin que lo percibas de una forma cuasi autónoma, besos,
que en oscuras noches de soledad conspiran para convencerte de que es lo mejor a lo que puedes aspirar.
Nunca he creído en el destino, nunca he
pensado que las cosas puedan estar predeterminadas, quizá tan solo por un
egoísta e ingenuo sentimiento de pragmatismo, quizá tan solo por esa cálida
sensación que te aporta la creencia de
tener el control sobre nuestras vidas. Cuando
el sonido del ordenador, avisándome de un mensaje a facebook, me saco de mis
ensoñaciones algo se trastoco muy adentro, algo que no estaba dispuesto a dejar
entrar y que sin embargo no necesito de mi permiso para hacerlo.
Es extraño como las redes sociales nos
conectan a las personas, como nos permiten saber de la gente que un día paso
por nuestras vidas; de una manera callada, sin hacer ruido, sin tener que
preguntar, tan solo asomándonos a esa mirilla que nos permite recibir las dosis
de melancolía, rabia o alegría por el destino de gente a la que de otra forma
seríamos totalmente ajenos y que de esta manera no acabamos de perder nunca. Yo
sabía mucho más sobre ella de lo que me
atrevería a aceptar. Un comentario sin importancia con un amigo antaño común,
una hojeada a fotos de facebook, una punzada de tristeza cuando se me antojaba
ella podía estarlo. Si…, la verdad es que es extraño como nuestra civilización
2.0 conspira para arrastrarnos hacia caminos que ni siquiera nosotros creíamos
transitables de nuevo.
Un simple “Hola!!!!, k tal???” apareció en la
pantalla y la duda sobre si contestar desapareció en milésimas de segundo dando
paso a una conversación en la que mi torpeza del día anterior pareció
disolverse, una conversación extraña entre dos personas que no teniendo en
común nada más que un lejano pasado, pareciera charlan todos los días, dándose
novedades sobre esas pequeñas trivialidades del día a día que tan solo somos capaces de soportar e incluso de
disfrutar cuando provienen de alguien especial. Cuando ya casi se habían
agotado todos los temas un largo
silencio acudió a nuestras teclas, una solitaria y a la vez destructora bomba
apareció sobre la pantalla de mi ordenador en forma de “T apetec k quedems y
nos ponems al dia???”.
El simple hecho de planteármelo ya me pareció
una traición a esa fachada que había construido de persona responsable, de
marido y padre amoroso y sin embargo como si de un autómata partiera mis dedos
teclearon con celeridad un “Cuando quieras” T apetc mñan?
Sentí mi mundo derrumbarse, sentí que
iniciaba un viaje del que sabía no volvería ileso y sin embargo esa noche no
pude dormir. Aferrado a una almohada que se me antojaba menos mía que la noche
anterior, cubierto por unas sabanas que intentaban me, como si de calladas
confidentes intentando llevarme a razón se trataran. Luché, Luché y venció.
A la mañana siguiente ya sabía que esa tarde
no sería una más. Intente aparentar
normalidad en el trabajo mientras oleadas de magma pugnaban por
abandonar mi cuerpo. No podía evitar mirarme al espejo, sentirme más joven,
revitalizado y abrumado a la vez; me sentía como ese aventurero dispuesto a
ponerse en marcha y que no puede evitar esa duda de última hora ante la
inminencia de la partida.
Infidelidad, nunca había entendido cuales son los motivos que llevan a
una persona a ser capaz de llevar una doble vida, a emprender un camino que se
sabe de antemano sin salida, a vivir en un mundo en el que la contradicción, el
subterfugio y el corto clasismo del deseo no podía en mi opinión compensar a lo
bonito de envejecer con una persona a tu lado, de la familiaridad de el rostro
conocido. Ahora sin embargo lo entiendo, es tan sencillo como la necesidad de
ese chute intenso de adrenalina que da la mentira, lo prohibido; es tan
sencillo como un corazón bombeando sangre a un ritmo tan frenético que la
sensación de estar vivo no puede ser obviada.
Aparecí en el lugar acordado unos minutos
antes de la hora y digo aparecí por que no recuerdo nada de lo que sucedió en
ese” mientras” que transcurrió desde que agarre el volante de mi automóvil y el
momento que gire la llave en el parking.
El paso acelerado de mis pies, acompasado
perfectamente con los latidos de mi corazón me acompaño sin descanso desde el
parking hasta la plaza. Hacía años que no compartía espacio con ella y sin
embargo aun podía rememorar ese leve aroma tan característico, tan suyo
que siempre me había hecho estremecer;
hacia tanto tiempo y sin embargo, aun podía cerrar los ojos y revivir cada uno
de los momentos que había pasado junto a
ella. Ya casi se veía la plaza y un rampazo de duda recorrió mis entrañas, fue
como si mi subconsciente me aconsejara que diera media vuelta y regresara a esa
cotidianidad a la que ahora pertenecía y en la que tan seguro me sentía. Haciendo
caso omiso y arrastrado por esa inercia
imperiosa de verla de nuevo llegue justo al centro de la plaza, ansioso, pero
intentando aparentar una suficiencia de
la que carecía mire a mi alrededor intentando localizarla; unas parejas en una
terraza charlando y tomando una cerveza me distrajeron un momento aunque
enseguida recobre el norte y continúe andando en círculos descuidados alrededor
de la plaza , no sabría decir muy bien porque, quizá por miedo, miedo a que
apareciera a lo lejos , caminando hacia mí y todo mi cuerpo se negara a responder,
quizá también por ese primario instinto
que te aconseja que recibirla esperando no era la mejor forma de reencontrarse y que
era mejor localizarla y abordarla con una pose cuidadosamente estudiada y
natural; como si de verdad fueran tan solo dos amigos reencontrándose tras un
largo tiempo de ausencia, como si nada más profundo que el deseo de ponerse al día
y contar anécdotas pasadas subyaciera.
Al fin la vi, habían pasado tan solo unos
minutos desde que yo arribara en la plaza y a mí me habían parecido una
eternidad, estaba fumando y el humo de su tabaco se mezclaba rápidamente con el
gélido aire del ambiente; de repente repare en que había olvidado mi abrigo y
que posiblemente pasaría frio, ¿¡Que mas daba?!. Me acerque a ella desde atrás tomándome
tan solo un instante para constatar que seguía siendo la guapísima chica que yo había conocido 10 años
atrás, ahora quizá con un poso de madurez y personalidad en su ropa que la
hacían si cabe más atractiva.
Un simple “hola” dio paso a un momento de una
cierta tensión en la que ninguno de los dos sabíamos muy bien cómo abordarnos,
aunque pronto este se mudo en esa cercanía y conversación fluida de la que
siempre habíamos disfrutado. Fue como si retrocediese a mi más tierna adolescencia,
a ese punto en el que todas las decisiones estaban por tomar y no había límites.
Ese momento en el que se puede desandar todo el camino y solo tienes que
atender a los dictados de tu corazón. Me arrastro tras su aroma a un
restaurante donde a el ritmo de vino dulce y un coulant de chocolate compartido
caí en una nube, en su nube y desde ese instante solo quise besarla, solo pensé
en estrecharla entre mis brazos y poseerla.
No sé si ella era consciente de la forma en que me atraía, pero desde luego no hacía nada por
evitarlo y por supuesto aquella actitud ambivalente me impulsaba mucho más a
querer poseer esos labios sobre los míos.
Bailar sobre sus labios, sentir su lengua húmeda,
deslizándose sobre mi cuello, sentir que el mundo entero dejando de existir y
que por unos minutos ese concepto tan etéreo y raramente alcanzable, llamado
felicidad, esta a tu alcance. No podía creer que eso me estuviera sucediendo a mí;
lo había soñado, había elucubrado en cientos de veces sobre este momento, pero
nunca creí que pudiera materializarse: Su cara ardía, quizá también por efecto
del calor de mis manos que la sujetaban
como si de esta manera pudieran evitar que en cualquier momento saliera
corriendo. Intuyendo que este momento no se repetiría, con la certeza de que este momento tan solo era la confluencia
de alguna suerte de constelaciones a millones de años luz me dispuse a
memorizar cada sensación, a guardar en el disco duro de mi corazón cada fotograma,
el olor de su perfume, ese gracioso a la par que sensual conjunto que forma su
pelo con sus ligeras orejillas asomando tímidas entre el.
Me
dispuse a decirle adiós para siempre, yo sabía que traspasar esa frontera
acercaría nuestros cuerpos a la misma velocidad que destruiría lo nuestro (ese
algo difícil que definir que siempre nos hizo conectar).A pesar de saberlo me
dispuse a apurar de un trago avaricioso
el vaso. …..
Esa noche
tan solo importaron dos cuerpos desnudos fundiéndose en uno. Su piso se me
antojo tan extraño, como familiar su
cuerpo; su pecho deslizándose por el mío me hizo bendecir a newton y su
gravedad, la calidez de sus muslos abriéndose a un yo derramando años de espera sobre su cálido interior, su
melena rubia olvidando todo pasado formalismo desparramándose por el colchón
como si de una angelical aurea se tratara y tan solo yo estuviera autorizado a
presenciar el milagro.
Recuerdo música
de fondo, no sé si en verdad sonaba o simplemente mi mente puso banda sonora a
esas horas en las que Vetusta Morla y su “Maldita Dulzura” sonaban en el acústico
de nuestra desnudez, recurrentemente, lanzando sus ondas al espacio a la misma velocidad en que nuestros cuerpos
se recuperaban de cada lance de amor.
La mañana llego a pesar de que me aferre a ese
colchón como naufrago que sabe perdido ante el embate de la tormenta, llego y
el amor perlado de gotas de sudor tan solo dio paso a un adiós apresurado sin más
futuro que promesas vagas de difícil cumplimiento. Y valió la pena, sin embargo
valió la pena, a pesar de que sabía que lo nuestro comenzaba y acaba en mi
lengua degustando el rastro de mojito de sus labios, mereció la pena.
En noches como esta, en que mi corazón yace en la fosa común del desanimo y de
fondo suena Vetusta Morla, me queda su recuerdo, me queda la certeza de que por
un instante mi vuelo alcanzo el bucle de su dulzura para después caer cual
Ícaro cualquiera. Maldita dulzura la suya.
Hola :), es q es un poco largo para twitter: Ve a diseño, clica en la barra lateral en "añadir un gadget", te aparecerá una lista.
ResponderEliminarArriba, a la derecha de esa lista pone en negrita "Más gadgets", clica ahí y te aparecerá el de seguidores, solo tienes que añadirlo y colocarlo en un lugar bien visible.
Mándame luego un twitt ;)
Sds.