Ayer fue el
día del libro y quizá en esta obsesión por dedicarle días a todo que tenemos en
esta nuestra loca sociedad, podamos a veces saturarnos, perder el norte de lo
realmente importante de ciertos días como el de hoy y de la necesidad de
recordar que todo lo que fuimos y seremos tiene mucho que ver con un libro.
Desde que soy un chiquillo los libros han sido
mi refugio, mis amigos, mis confidentes, mis maestros y mi ruta de escape. Cada
libro leído constituye un poso en el alma, que nos moldea y permite que el
"yo" que mañana por la mañana despierte no sea el mismo
que esta noche se tumbe en el colchón.
Somos seres
dinámicos en constante camino y, es ese cumulo de sentimientos, experiencias y
reflexiones plasmados en libros , en los que el escritor libera su yo más
autentico, el que inicia el camino que, con la ultima pagina de cada libro
nosotros finalizaremos, llevando a buen puerto una mágica y enriquecedora
transferencia entre dos personas alejadas, en muchos casos, en el tiempo y en
el espacio y que, a pesar de esto comparten los anhelos, miedos, ilusiones y
preguntas que son inherentes a la condición humana -a las que ninguna
generación ha sido ajena- y que nosotros podemos canalizar, enfrentar,
disfrutar o responder a través de ese cúmulo de experiencias que residen
expectantes en esos tesoros de celulosa llamados libros.
Ayer fue el
día del libro y asistí a un acto con motivo de esta festividad- para mí lo es
de pleno derecho-. y pude constatar que, como siempre he pensado, tenemos
como sociedad lo que nos merecemos ,pues, en el precioso y gratuito concierto
que ofrecía David Moya, un polifacético cantautor Murciano que, no
conformándose con dominar el arte de obnubilar públicos al son de sus canciones
se atrevió a entreverar sus canciones con una selección de poemas propios tal
que dulce introducción a los acordes de su guitarra, se encontraba un público
digamos..., escueto en su número; quizá como con mucho humor dijo David, porque
en su equipo no juega Messi.
Y... por más vueltas que le doy a la ecuación
no logro descifrar la incógnita, porque..., ¿Que persona en su sano juicio
rehusaría una velada de semejante calibre?, una en la que la música, la poesía
y el marco incomparable de un balneario junto al mar menor, cuya construcción
data nada más y nada menos de que 1902 confluían para dotar a ese
instante de un halo de magia. Nada parece encajar, ninguna respuesta cabal
encuentro salvo que, tras varias revoluciones tecnológicas, no estemos tan
distantes de esa turbamulta que en el anfiteatro de Flavio hace ya 2000 años,
pedía su ración de panem et circenses ,ajenos a los peligros que acechaban
a su civilización.
Quizá como he dicho antes tengamos nada más que
lo que nos merezcamos y simplemente prefiramos adormecernos ante un brillante
césped de hierba y 11 jugadores corriendo de un lado a otro. Tal vez prefiramos
olvidarnos de que la educación independientemente del nombre del lugar donde se
imparta, empieza y termina con un libro en el regazo y que, ajenos a leyes
educativas e informes PISA, tenemos la posibilidad, la sencilla
oportunidad de darle la vuelta a nuestro futuro, al de nuestros hijos con el
arma más potente nunca inventada, un libro.
¡FELIZ DIA DEL LIBRO! (en diferido).
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