miércoles, 24 de abril de 2013

SOFIA NO DEBE MORIR

   Ayer fue el día del libro y quizá en esta obsesión por dedicarle días a todo que tenemos en esta nuestra loca sociedad, podamos a veces saturarnos, perder el norte de lo realmente importante de ciertos días como el de hoy y de la necesidad de recordar que todo lo que fuimos y seremos tiene mucho que ver con un libro.
   Desde que soy un chiquillo los libros han sido mi refugio, mis amigos, mis confidentes, mis maestros y mi ruta de escape. Cada libro leído constituye un poso en el alma, que nos moldea y permite que el "yo" que  mañana por la mañana despierte  no sea el mismo que esta noche se tumbe en el colchón. 
  Somos seres dinámicos en constante camino y, es ese cumulo de sentimientos, experiencias y reflexiones plasmados en libros , en los que el escritor libera su yo más autentico, el que inicia el camino que, con la ultima pagina de cada libro nosotros finalizaremos, llevando a buen puerto una mágica y enriquecedora transferencia entre dos personas alejadas, en muchos casos, en el tiempo y en el espacio y que, a pesar de esto comparten los anhelos, miedos, ilusiones y preguntas que son inherentes a la condición humana -a las que ninguna generación ha sido ajena- y que nosotros podemos canalizar, enfrentar, disfrutar o responder a través de ese cúmulo de experiencias que residen expectantes en esos tesoros de celulosa llamados libros.
   Ayer fue el día del libro y asistí a un acto con motivo de esta festividad- para mí lo es de pleno derecho-. y pude  constatar que, como siempre he pensado, tenemos como sociedad lo que nos merecemos ,pues, en el precioso y gratuito concierto que ofrecía  David Moya, un polifacético cantautor Murciano que, no conformándose con dominar el arte de obnubilar públicos al son de sus canciones se atrevió a entreverar sus canciones con una selección de poemas propios tal que dulce introducción a los acordes de su guitarra, se encontraba un público digamos..., escueto en su número; quizá como con mucho humor dijo David, porque en su equipo no juega Messi.
   Y... por más vueltas que le doy a la ecuación no logro descifrar la incógnita, porque..., ¿Que persona en su sano juicio rehusaría una velada de semejante calibre?, una en la que la música, la poesía y el marco incomparable de un balneario junto al mar menor, cuya construcción data  nada más y nada menos de que 1902 confluían para dotar a ese instante de un halo de magia. Nada parece encajar, ninguna respuesta cabal encuentro salvo que, tras varias revoluciones tecnológicas, no estemos tan distantes de esa turbamulta que en el anfiteatro de Flavio hace ya 2000 años, pedía su ración de panem et circenses ,ajenos a los peligros que acechaban a su civilización.
   Quizá como he dicho antes tengamos nada más que lo que nos merezcamos y simplemente prefiramos adormecernos ante un brillante césped de hierba y 11 jugadores corriendo de un lado a otro. Tal vez prefiramos olvidarnos de que la educación independientemente del nombre del lugar donde se imparta, empieza y termina con un libro en el regazo y que, ajenos a leyes  educativas e informes PISA, tenemos la posibilidad, la sencilla oportunidad de darle la vuelta a nuestro futuro, al de nuestros hijos con el arma más potente nunca inventada, un libro.
¡FELIZ DIA DEL LIBRO! (en diferido).


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