Todos tenemos el derecho e incluso me atrevería a decir que el deber, de
participar en la construcción de ese ente que nos transciende y que hemos
venido a llamar sociedad; sociedad que cada uno puede entender de una forma diferente y que debe ser
definida de antemano.
Pero, una vez que un conjunto de
individuos , posiblemente provenientes
de diferentes estratos sociales, niveles educativos e inclusive áreas
geográficas, deciden formar parte de ese aglomerado de diferentes texturas,
tienen el deber moral de implicarse, de quejarse, manifestarse en la calle,
desde un foro en internet, de ejercer la importantísima tarea de educar en
libertad o simplemente de mantenerse informado para ser capaz de detectar
cualquier injusticia, en esta solución en ocasiones sobresaturada de
impurezas llamada Democracia y que, hemos de filtrar y reinventar día a día.
Tengo la firme convicción de que
una democracia real, una democracia con mayúsculas, se sustenta en la participación
activa y el control permanente a la clase dirigente por parte de eso que
viene llamándose sociedad civil y que no somos sino cada uno de nosotros desde
nuestras capacidades y circunstancias personales.
Partiendo de esta base me gustaría que me
explicaran porque desde la gala de los Goya no se puede hablar de política,
recortes o de lo que le salga de la peineta a los actores y demás miembros del
gremio del celuloide, me gustaría que lo hicieran esos que desde ciertos medios
de comunicación u otras posiciones de visibilidad publica han pasado semanas
intentando censurar lo que desde la gala de los Goya pudiera ser dicho. En
verdad no entiendo porque se trata de demonizar a un sector que aunque muchos
intenten que olvidemos da mucho trabajo y entretenimiento, no entiendo porque
no pueden defender sus intereses, que no necesariamente tienen que ser
los de los demás, pero no por ello menos
legítimos y validos para eso que he pretendido explicar con anterioridad eso
llamado construir sociedad; desde la discrepancia sí, pero construir al fin y
al cabo. No entiendo como ciertos periodistas “serios” se atreven a censurar la
validez o la idoneidad de sus reivindicaciones u opiniones en base la cuenta
corriente de esos actores o directores o por el traje que se viste cuando se
hacen. Acaso la realidad cambia si se dice vestida de Armani o de
H&M.
Triste es la conclusión a la que se
puede llegar viendo a estos pseudopoliticos o pseudoperiodistas, triste darse
cuenta de que los primeros vivirían encantados ante una sociedad aletargada y dócil
al collar de su amo, permeable a las consignas de los segundos que, vendidos al
calor de una familia política defienden en algunas ocasiones lo indefendible. Porque
me pregunto yo que nos queda a los ciudadanos si se nos arrebata el derecho al
pataleo.
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