domingo, 3 de febrero de 2013

FARFULLEANDO


Que la piel de toro ha sido siempre morada de lazarillos varios, es algo de sobra conocido y asumido por todos, quizá no sea solidario cobrar el salario en B para no pagar impuestos o intentar pagar alguna factura sin el I.V.A., pero siempre había  formado parte de la idiosincrasia de nuestro pueblo y como parte de ese  mal endémico y anotado de antemano en el balance lo encarábamos .Posiblemente,  mirándonos al espejo desnudos todos somos capaces de descubrirnos como alumnos un tanto tramposos que copiamos  cuando el profesor mira hacia otro lado. Por supuesto no defiendo este tipo de comportamientos y siempre he creído que construir sociedad implica empujar todos a una y, afrontar nuestras responsabilidades cuando es pertinente.
Pero el verdadero problema llega  cuando el profesor no solo no controla a los alumnos sino que se baja del estrado y une a la orgía de  aquellos a los que debería dar lecciones de moral y decencia, el problema llega cuando los mecanismos de control de ese fraude se unen al servicio del mismo, cuando aquel que tiene el poder y la posición para liarla lo hace  a lo grande ,mientras… en el conocimiento de que la mejor defensa es un buen ataque, llama a la moralidad y a la solidaridad ciudadana en los tiempos difíciles.
 Sé que justificar el pequeño trapicheo y ladroneo no es algo moral, pero tampoco lo es y me indigna en sobremanera que en un sistema en el que se supone igualitario se haya instalado  la sensación, en mi opinión de sobra fundada, de que se castiga con mucha más rapidez y dureza a esos pequeños o medianos fraudes, mientras las grandes pifias se dilatan en el tiempo de forma indefinida.
 La picardía se transforma en una desfachatez sin tapujos ni justificaciones cuando aquellos a los que se suponen los mejor preparados y mas decentes de entre nosotros, elegidos por el pueblo soberano en la esperanza de que su ejemplo modifique patrones de conducta y mejore este nuestro microcosmos, ese que heredaran nuestros hijos y a los que vamos a tener en verdad jodidamente difícil explicarles como hemos llegado aquí. Los políticos se convierten en cáncer cuando uniéndose  al desmadre, lo fomentan, liderando este espolio colectivo en que se ha convertido España, esta España con minúsculas que como diría mi amigo Álvaro no convence ya  ni a “Perry”. No convence a propios ni extraños que por mucho amor que tengamos a esta a la que no sabemos muy bien por que llamamos patria, estamos viendo caer en una decadencia cultural, social, política y por supuesto económica sin precedentes.
Porque llamemos las cosas por su nombre lo que está en juego no es la reputación de este o aquel político, ni si quiera la honorabilidad de ningún partido político. Lo que realmente estamos peleando es la esencia misma de este, nuestro sistema democrático, ese que debe retroalimentarse gracias a la confianza que los ciudadanos depositamos en el. Confianza que por supuesto está en entredicho y que puede arrastrar a amplios sectores de la población a pensar  que la solución se encuentra fuera del mismo.
Quizá pueda parecer a ojos de algunos, un alarmista o quizá un populista, pero creo firmemente que, o  bien exigimos a nuestros representantes que hagan de la transparencia su bandera y del servicio al pueblo su verdadera razón de ser o podemos estar muy cerca de que la desafección de la política y de los políticos que ya se masca en la calle se convierta en algo mucho más peligroso.

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