Dice Elsa Punset en
su último libro” Una mochila para el Universo” que, la única diferencia entre las personas con suerte y las que confiesan
no tenerla es que las primeras tienen una habilidad para encontrar
oportunidades, es decir, están predispuestas a arriesgar, a abandonar esa
zona de confort en la que todos nos encasillamos, aunque a menudo, no estemos
tan cómodos en ella como deberíamos. En este caso paradigmático aquellas
personas que se lamentan no son sino personas que por unas razones u otras no
son capaces de abandonar ese círculo de amistades, conocimientos, actividades
en el que nos sentimos cómodos y abrirse a nuevas experiencias, nuevos amigos,
en definitiva son personas que no son capaces de enfrentarse al fracaso aun
cuando en lo más profundo de su subconsciente sepan que no intentar algo ya es
haber fallado de antemano. Lo más curioso de este hecho es que, afirma Elena, este proceso que implica el abandonar la seguridad del nicho en pos del emprendimiento, en la búsqueda de la oportunidad no carente de
riesgo, puede ser enseñado y aprendido, no es una capacidad innata por
tanto sino que puede ser potenciada y desarrollada.
Soy de una
generación en que la escuela era diferente, mejor, solemos vanagloriarnos los
de mi quinta. Quizá es verdad que en términos puramente académicos la escuela y
el instituto que yo conocí era más exigente
que el que años más tarde, ya como un adulto y de vuelta a las aulas me
encuentro. Quizá tan solo sea fruto de ese espejismo que nos hace pensar como
decía Jorge Manrique en “las coplas a la muerte de su padre” ,que cualquier tiempo pasado fue mejor, o tal vez
provenir de una generación que ha hecho de colchón entre nuestros padres y la
generación actual ,nos
ha permitido ser educados en el justo punto medio entre el adoctrinamiento y la
férrea disciplina en el que vivieron nuestros padres y el momento actual en el
que el acceso a la escuela se les antoja a nuestros jóvenes algo natural y quizá,
les haga perder el norte sobre las dificultades históricas que han tenido que
ser salvadas para tener acceso a una educación universal en nuestro país. Tal
vez esta conjunción de factores, nos ha dotado a mí generación de una atalaya de vigilancia muy privilegiada
para observar como ,este cotarro tan importante llamado educación ha cambiado, permitiéndonos detectar las carencias y bondades de aquello en lo que vivimos y el modelo
hacia el que nos encaminamos.
De vuelta a las
aulas con mochila al hombro (ahora que han dejado de estar de moda) puedo
observar como quizá valores como el esfuerzo y el respeto a la autoridad del
profesor se encuentran seriamente dañados. Hasta aquí creo que no descubro nada
nuevo, nada que mucha gente antes que yo ya ha denunciado. Que vivimos ante la
juventud que más facilidades y oportunidades ha tenido para el acceso a una
educación es un hecho objetivo, que en nuestro afán por conseguir que la
educación llegara al máximo número de personas integrando a perfiles que con
anterioridad se veían excluidos hemos bajado el listón educativo ,de tal manera
que en vez de fomentar el crecimiento y aprendizaje de los más necesitados, tan
solo hemos hecho tabula rasa creando una generación de personas manifiestamente incultas y carentes de esos
mínimos que toda sociedad debiera exigir a los jóvenes que en un futuro más o
menos cercano tendrán que liderar un mañana
muy incierto.
Quizá lo novedoso y que
personas como yo (que durante mucho
tiempo hemos criticado el
empobrecimiento de la formación de nuestros jóvenes), tenemos que reconocer, es el hecho de que si que hay cosas novedosas ,
asuntos necesarias que se han ido incorporando a las aulas, asignaturas
pendientes durante mucho tiempo y que una nueva generación de profesores están implementando,concienciados
de la carencia de cercanía profesor-alumno que en generaciones pasadas se daba, de esa falta de conexión entre ambos más allá de la mera transmisión de
conocimientos. Quizá muchos
puedan pensar que es esta cercanía la que ha erosionado la autoridad del
profesor, o que la cercanía está diametralmente opuesta con una adecuada formación.
Sin embargo, muy al contrario, yo personalmente, he podido constatar durante este año de vuelta
a las aulas, que esta capacidad de empatía
entre el docente y el alumno es muy positiva, ejerciendo un movimiento sinérgico
que empuja al alumnado a la auto superación y a la mejora. Por otro lado he
podido observar que es esta cercanía la que permite al sistema a transcender a
esa mera transmisión de conocimientos y alcanzar lo que en mi opinión debiera
ser la situación idílica, que no es otra que la de enseñar y educar a partes
iguales.
Tal vez erróneamente he pensado durante mucho tiempo que no
era la tarea principal del docente
educar, pues esa función, creía yo, debía recaer principalmente en los círculos
familiares. Tal vez estaba equivocado o simplemente en esta sociedad cada vez
más exigente en la que vivimos, en esta era en que los lazos familiares son
cada vez más débiles la figura del profesor ha adquirido una nueva dimensión,
una en la que el profesor ha de implementar a su función docente una mucho mas
intima que es la de educar, integrar, comprender, en definitiva entablar unos vínculos
con sus alumnos que desde esa posición elevada en la que se encuentra le
permita moldear en valores, en civismo, hablarles a sus alumnos sobre la
inteligencia emocional, sobre la necesidad de aprender a vivir en la diversidad e imbuirlos en la necesidad del esfuerzo para alcanzar una meta . En fin dotarles
de esas herramientas que ,no se pueden aprender en los libros de matemáticas o
cualquier otra asignatura , pero que ahora no se me antojan para nada menos prioritarias que las tradicionales.
Toda esta "ñoñería" de seguro será tildada por muchos de utópica
o lo que es peor de innecesaria pero, son esos lazos creados por el profesor (que no
olvidemos pasa con nuestros hijos una nada despreciable cantidad de horas al día) los que le permiten educar a nuestros hijos y convertirlos en mejores ciudadanos , en
personas capaces de vivir en sociedad y a enfrentarse a los retos futuros de la mejor manera, a abandonar esa zona de confort , dejando el miedo adentrarse en su futuro.
Este nuevo modelo de escuela ,que yo no viví como alumno
joven, creo ,debe de ser salvado de las futuras oleadas de reformas educativa,
que de seguro nos sobrevendrán en esa búsqueda
por la excelencia educativa tan de actualidad
en estos últimos tiempos y que no digo yo que no sea necesaria; siempre y cuando
por supuesto ya no nos conformemos con crear tan solo buenos estudiantes.
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