lunes, 8 de abril de 2013

Aprendiendo a aprender


  Dice Elsa Punset en su último libro” Una mochila para el Universo” que, la única diferencia entre las personas con suerte y las que confiesan no tenerla es que las primeras tienen una habilidad para encontrar oportunidades, es decir, están predispuestas a arriesgar, a abandonar esa zona de confort en la que todos nos encasillamos, aunque a menudo, no estemos tan cómodos en ella como deberíamos. En este caso paradigmático aquellas personas que se lamentan no son sino personas que por unas razones u otras no son capaces de abandonar ese círculo de amistades, conocimientos, actividades en el que nos sentimos cómodos y abrirse a nuevas experiencias, nuevos amigos, en definitiva son personas que no son capaces de enfrentarse al fracaso aun cuando en lo más profundo de su subconsciente sepan que no intentar algo ya es haber fallado de antemano. Lo más curioso de este hecho es que, afirma Elena, este proceso que implica el  abandonar la seguridad del nicho  en pos del emprendimiento, en la búsqueda de la oportunidad no carente de riesgo, puede ser enseñado y aprendido, no es una capacidad innata por tanto sino que puede ser potenciada y desarrollada.

  Soy de una generación en que la escuela era diferente, mejor, solemos vanagloriarnos los de mi quinta. Quizá es verdad que en términos puramente académicos la escuela y  el instituto que yo conocí era más exigente que el que años más tarde, ya como un adulto y de vuelta a las aulas me encuentro. Quizá tan solo sea fruto de ese espejismo que nos hace pensar como decía Jorge Manrique en “las coplas a la muerte de su padre” ,que  cualquier tiempo pasado fue mejor, o tal vez provenir de una generación que ha hecho de colchón entre nuestros padres y la generación actual  ,nos ha permitido ser educados en el justo punto medio entre el adoctrinamiento y la férrea disciplina en el que vivieron nuestros padres y el momento actual en el que el acceso a la escuela se les antoja a nuestros jóvenes algo natural y quizá, les haga perder el norte sobre las dificultades históricas que han tenido que ser salvadas para tener acceso a una educación universal en nuestro país. Tal vez esta conjunción de factores, nos   ha dotado a mí generación  de una atalaya de vigilancia muy privilegiada para observar como ,este cotarro tan importante llamado educación ha cambiado, permitiéndonos detectar las carencias y bondades de aquello en lo que vivimos y el modelo hacia el que nos encaminamos.

  De vuelta a las aulas con mochila al hombro (ahora que han dejado de estar de moda) puedo observar como quizá valores como el esfuerzo y el respeto a la autoridad del profesor se encuentran seriamente dañados. Hasta aquí creo que no descubro nada nuevo, nada que mucha gente antes que yo ya ha denunciado. Que vivimos ante la juventud que más facilidades y oportunidades ha tenido para el acceso a una educación es un hecho objetivo, que en nuestro afán por conseguir que la educación llegara al máximo número de personas integrando a perfiles que con anterioridad se veían excluidos hemos bajado el listón educativo ,de tal manera que en vez de fomentar el crecimiento y aprendizaje de los más necesitados, tan solo hemos hecho tabula rasa creando una generación de personas  manifiestamente incultas y carentes de esos mínimos que toda sociedad debiera exigir a los jóvenes que en un futuro más o menos cercano tendrán que liderar un mañana  muy incierto.

  Quizá lo novedoso  y que personas como  yo  (que durante mucho tiempo  hemos criticado el empobrecimiento de la formación de nuestros jóvenes), tenemos que reconocer, es  el hecho de que si que hay cosas novedosas , asuntos necesarias que se han ido incorporando a las aulas, asignaturas pendientes durante mucho tiempo y que una nueva generación de profesores están implementando,concienciados de la carencia de cercanía profesor-alumno que en generaciones pasadas se daba, de esa  falta de conexión entre ambos  más allá de la mera transmisión de conocimientos.  Quizá muchos puedan pensar que es esta cercanía la que ha erosionado la autoridad del profesor, o que la cercanía está diametralmente opuesta con una adecuada formación. Sin embargo, muy al contrario, yo personalmente,  he podido constatar durante este año de vuelta a las aulas,  que esta capacidad de empatía entre el docente y el alumno es muy positiva, ejerciendo un movimiento sinérgico que empuja al alumnado a la auto superación y a la mejora. Por otro lado he podido observar que es esta cercanía la que permite al sistema a transcender a esa mera transmisión de conocimientos y alcanzar lo que en mi opinión debiera ser la situación idílica, que no es otra que la de enseñar y educar a partes iguales.

  Tal vez erróneamente he pensado durante mucho tiempo que no era la  tarea principal del docente educar, pues esa función, creía yo, debía recaer principalmente en los círculos familiares. Tal vez estaba equivocado o simplemente en esta sociedad cada vez más exigente en la que vivimos, en esta era en que los lazos familiares son cada vez más débiles la figura del profesor ha adquirido una nueva dimensión, una en la que el profesor ha de implementar a su función docente una mucho mas intima que es la de educar, integrar, comprender, en definitiva entablar unos vínculos con sus alumnos que desde esa posición elevada en la que se encuentra le permita moldear en valores, en civismo, hablarles a sus alumnos sobre la inteligencia emocional, sobre la necesidad de aprender a vivir en la diversidad e imbuirlos en la necesidad del esfuerzo para alcanzar una meta . En fin dotarles de esas herramientas que ,no se pueden aprender en los libros de matemáticas o cualquier otra asignatura , pero que ahora no se me antojan para nada menos prioritarias que las tradicionales.

  Toda esta "ñoñería"  de seguro será tildada por muchos de utópica o lo que es peor de innecesaria pero, son  esos lazos creados  por el profesor  (que no olvidemos pasa con nuestros hijos una nada despreciable cantidad de horas al día) los que le permiten educar a nuestros hijos y convertirlos en mejores ciudadanos , en personas capaces de vivir en sociedad y a enfrentarse a los retos futuros de la mejor manera, a abandonar esa zona de confort , dejando el miedo adentrarse en su futuro. 

  Este nuevo  modelo de escuela ,que yo no viví como alumno joven, creo ,debe de ser salvado de las futuras oleadas de reformas educativa, que de seguro nos sobrevendrán  en esa búsqueda por la excelencia educativa  tan de actualidad en estos últimos tiempos y que no digo yo que no sea necesaria; siempre y cuando por supuesto ya no nos conformemos con crear tan solo buenos estudiantes.

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