Corro ,corro y sin
embargo el reloj me atrapa, sudo, escalo, trepo nevadas montañas, alcanzo las más
altas cotas y, sin embargo siempre está ahí, esperándome, añadiendo una marca
más a mi rostro, una muesca más de desanimo, un surco nuevo que pruebe la fragilidad de este cuerpo al borde del precipicio,
de este alma frente a un mañana que se antoja cada día igual.De un hasta pronto que no sabe si llegará.
El desaliento me arropa esta noche, se enrosca
en mi alma cual parásito, me asfixia y no me deja respirar, tal vez solo sea
que he vivido demasiado tiempo con el ,que quizá nos hemos acostumbrado a la presencia mutua.
Quizá ya forme parte de mí, tal vez por eso, sea más fácil apagar la luz y cerrar los
ojos, olvidar, respirar, beber, abotargar los sentidos hasta que no quede nada.
Sé, lo sé, debería embrazar la pica y el
escudo, acometer embatida tras embatida sin descanso hasta abrirme camino en
el espeso follaje de prejuicios y auto lamentaciones por los errores, luchar a
brazo partido por un mañana que se antoja perdido de antemano, pero que al menos ofrecería el
consuelo de haber muerto con el arma empuñada.
Miedo, rabia, melancolía,
eternos compañeros en este viaje a contracorriente, en este sortear de rápidos
tumultuosos, llamado vida, en este día, a día que no ofrece más esperanza que
el sonido de su sonrisa a lo lejos,difusa, atenuada por el ruido de mis fantasmas y que ,sin embargo produce esa
atávica felicidad de no
sabernos una mota de polvo que desaparecerá al primer soplo de aire.Esa felicidad que nos proporciona sabernos con una última oportunidad.
Las
teclas del ordenador no tienen descanso, la copa vacía, la música a toda voz
sobre mis tímpanos resonando; apagando todo a mí alrededor. Ausencia de mundo,
tan solo el piano y una dulce voz llorando en do mayor, disparando ráfagas de quemazón,
de locura,cristales rotos sobre mi corazón, ponzoña para el espíritu que a
pesar de todo no me matará , veneno al que mi cuerpo
se ha debido acostumbrar porque cada mañana renazco de las polvorientas cenizas ,
de ese ciclo de carrera y frenazo en seco en que se ha convertido mi vida.
La guitarra eléctrica desgarra los últimos acordes
y mi corazón vibra de una forma autómata, mi cuerpo entero se estremece ante
cada punteo, ante cada nota. Parecen dirigidas directas a mi línea
de flotación. Acabara pronto.
Certeza, locura,
nada importa ya, tan solo el minuto y medio que resta para que el piano cese,
minuto y medio para que la locura se amanse y de paso a la luz; treinta, tan
solo treinta segundos me separan del alba y copa se encuentra cansada; cinco,
cuatro segundos y ya no los siento ya, la herida ha dejado de sangrar y tan solo quedan los restos.....tan solo un puñado de, Cristales Rotos.
Calada hasta los huesos es una canción de Rebeca Jiménez de su anterior trabajo y que no ha dejado de estremecerme nunca.
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