lunes, 14 de enero de 2013

LA INNOMBRABLE


Y sin embargo me resisto a perderlo a manos del olvido…..

  Ayer me calce mis zapatillas deportivas y mis pantaloncillos decathlón fin de temporada a conjunto con esa camiseta  ligeramente manchada de pintura desde la última mano  a mis rejas. Me deslice a dar un paseo por la orilla del mar. Teníamos una temperatura de 20 grados ,no se movía ni un pelo de aire y lucia un sol radiante. El recorrido estaba salpicado de la gente justa,  variopintas personas que transmiten esa mezcla entre la  exclusividad que proporciona recorrer la orilla del mar fuera de temporada y esa compañía involuntaria que te proporcionan  ahuyentando la incomoda sensación de soledad.
  Apenas había recorrido un par de kilómetros cuando una calidad sensación de paz y cálida tranquilidad me invadió y por un instante lo sentí: Felicidad. Felicidad de esa de la que se  tiene  la certeza que tan solo puede responder a algún tipo de alineación cósmica, felicidad de esa  que no costando  nada pagarías una mensualidad por tu ración  de ella, de esa “ sana” , que no respondiendo a la satisfacción de ninguna compulsión puede generar  incluso la sensación de inmerecida. De esa que no se compra ni se vende, que no responde a ningún tipo de estimulo o comportamiento, sino que tan solo te aborda sin pedir permiso, te hace ser consciente de lo vacio de toda tu mundana existencia, del poco valor de tus prisas, anhelos y metas y tras la convulsión te devuelve a tu intranscendente día a día con una extraña sensación de transcendencia.
  Quise atraparla, desee que no acabara, intente aferrarme a esa casi irreal sensación que invadía cada poro de mi piel. El sol, la brisa, ese dulce olor a sal, todo parecía  predispuesto para proporcionar placer, todo parecía formar el contrapunto  perfecto a  la ligera cadencia que mi cuerpo emitía con cada paso; la textura de la arena, la risa de unos niños a lo lejos cada pieza  parecía formar parte de una sinfonía  compuesta en mi exclusivo honor.
  Sentí una irrefrenable necesidad de expresarlo, desee ser capaz de plasmar ese sentimiento de alguna forma, hubiera pintado frente a un oleo, compuesto frente a una partitura, narrado frente a una página en blanco y sin embargo deje que se extinguiera, se fue apagando de una delicada y nada brusca forma agitando la mano en  un hasta la próxima. Murió de la misma imprevista forma en que nació. 

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