jueves, 3 de enero de 2013

MALDITA DULZURA


El paso acelerado de mis pies, acompasado perfectamente con los latidos de mi corazón me acompaño sin descanso desde el parking hasta la plaza. Hacía años que no la había visto y sin embargo aun podía rememorar ese leve aroma tan característico, tan suyo que  siempre me había hecho estremecer; hacia tanto tiempo y sin embargo, aun podía cerrar los ojos y revivir cada uno de los momentos que había  pasado junto a ella. Ya casi se veía la plaza y un rampazo de duda recorrió mis entrañas, fue como si mi subconsciente me aconsejara que diera media vuelta y regresara a esa cotidianidad a la que ahora pertenecía y en la que tan seguro me sentía. Haciendo caso omiso y  arrastrado por esa inercia imperiosa de verla de nuevo llegue justo al centro de la plaza, ansioso, pero intentando aparentar una  suficiencia de la que carecía mire a mi alrededor intentando localizarla; unas parejas en una terraza charlando y tomando una cerveza me distrajeron un momento aunque enseguida recobre el norte y continúe andando en círculos descuidados alrededor de la plaza , no sabría decir muy bien porque, quizá por miedo, miedo a que apareciera a lo lejos , caminando hacia mí y todo mi cuerpo se negara a responder, quizá  también por ese primario instinto que te  aconseja que recibirla esperando  no era la mejor forma de reencontrarse y que era mejor localizarla y abordarla con una pose cuidadosamente estudiada y natural; como si de verdad fueran tan solo dos amigos reencontrándose tras un largo tiempo de ausencia, como si nada más profundo que el deseo de ponerse al día y contar anécdotas pasadas subyaciera.
Al fin la vi, habían pasado tan solo unos minutos desde que yo arribara en la plaza y a mí me habían parecido una eternidad, estaba fumando y el humo de su tabaco se mezclaba rápidamente con el gélido aire del ambiente; de repente repare en que había olvidado mi abrigo y que posiblemente pasaría frio, ¿¡Que mas daba?!. Me acerque a ella desde atrás tomándome tan solo un instante para constatar que seguía siendo la  guapísima chica que yo había conocido 10 años atrás, ahora quizá con un poso de madurez y personalidad en su ropa que la hacían si cabe más atractiva.
Un simple “hola” dio paso a un momento de una cierta tensión en la que ninguno de los dos sabíamos muy bien cómo abordarnos , aunque pronto este se mudo en esa cercanía y conversación fluida de la que siempre habíamos disfrutado. Fue como si retrocediese a mi más tierna adolescencia, a ese punto en el que todas las decisiones estaban por tomar y no había límites. Ese momento en el que se puede desandar todo el camino y solo tienes que atender a los dictados de tu corazón. Caí en una nube, desde ese instante solo quise besarla, desde la primera copa de vino hasta el último gin tonic solo pensé en estrecharla entre mis brazos y poseerla.  No sé si ella era consciente de la forma en que  me atraía, pero desde luego no hacía nada por evitarlo y por supuesto aquella actitud ambivalente me impulsaba mucho más a querer poseer  esos labios sobre los míos.
Bailar sobre sus labios, sentir su lengua húmeda, deslizándose sobre mi cuello, sentir que el mundo entero dejando de existir y que por unos minutos ese concepto tan etéreo y raramente alcanzable esta a tu alcance. No podía creer que eso me estuviera sucediendo a mí; su cara ardía quizá también por efecto del calor de mis manos, que la sujetaban como si de esta manera pudieran evitar que en cualquier momento saliera corriendo. Intuyendo que este momento no se repetiría, con la certeza de  que este momento tan solo era la confluencia de alguna suerte de constelaciones a millones de años luz me dispuse a memorizar cada sensación, a guardar en el disco duro de mi corazón cada fotograma, el olor de su perfume, ese gracioso a la par que sensual conjunto que forma su pelo con sus ligeras orejillas asomando tímidas entre el.
 Me dispuse a decirle adiós para siempre, a pesar de que mi yo profundo sabia que traspasar esa frontera acercaría nuestros cuerpos a la misma velocidad que destruiría lo nuestro (ese algo difícil que definir que siempre nos hizo conectar).A pesar de saberlo me dispuse  a apurar de un trago avaricioso el vaso. …..
Y sin embargo valió la pena, a pesar de que sabía que lo nuestro comenzaba y acaba en mi lengua degustando  el  rastro de mojito de sus labios, mereció la pena. En noches como esta, en que mi corazón yace en la fosa común del desanimo  y  de fondo suena Vetusta Morla y su Maldita Dulzura, me queda su recuerdo, me queda la certeza de que por un instante mi vuelo alcanzo el bucle de su dulzura para después caer cual Ícaro cualquiera. Maldita dulzura la suya.

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