martes, 22 de enero de 2013

YO, MINORIA ABSOLUTA


  A veces sumido en el día a día podemos olvidar cuales son las cosas importantes en nuestra vida, aquellas que de verdad dan sentido a todos los sacrificios y esfuerzos que la vida exige; son ese conjunto de cosas y principalmente de personas  que apuntalan nuestra existencia y han configurado los  individuos que hemos llegado a ser . No somos conscientes o simplemente no queremos reconocer  la gran importancia que tiene para nosotros ese núcleo duro, ese “nuestro cuartel general”, esas personas que de alguna forma han marcado nuestro carácter, nuestra forma de ver la vida o de afrontarla, o simplemente aquellas que siempre han estado ahí, conformando ese rincón donde todos necesitamos batirnos en retirada alguna vez para coger impulso y poder realizar el próximo embate a la vida con renovada intensidad.
   La casa de mis abuelos siempre constituyó ese refugio donde huir, donde evadirme de la realidad al son de extremoduro tumbado en la cama de mis tíos, aquel lugar donde sabia que pese a que hubiera hecho la pifia más grande del mundo, siempre encontraría una abuela cariñosa, una abuela cuyo rastro siempre ha sido un camino a seguir, esa abuela que en su lista de prioridades siempre ha antepuesto a los demás, esa mujer que ha sacrificado su individualidad por un bien mayor llamado familia, esa mujer que conciliando siempre ha constituido ese cemento que da consistencia a mi familia.  Y que habría sido del yo que conozco ahora sin esas acaloradas discusiones sobre política que mantenían con mi abuelo esa quinceañera, alocada y repleta de  testosterona versión de mí. Discusiones esas que me obligaban a leer, mejorar y competir con el único afán de batir dialécticamente a mi abuelo. Ni que hablar de mis tíos esos dos hermanos mayores que siempre me han hecho sentir adulto y nunca fuera de lugar a su lado,  siempre  incluyéndome  en sus charlas, comentando conmigo el último libro que habían leído, enseñándome las reglas del ajedrez o simplemente escuchando aconsejándome en  lo que de seguro en algún momento les podría haber parecido tan solo las cosas de crio.
  A veces sumido en el día a día podemos no recordar cuán fácil es dar las gracias, podemos  llegar a olvidar cuanta gente tenemos a nuestro alrededor a pesar de que no paramos de quejarnos de la soledad. Quizá es tan solo el fruto del hecho que nos hemos acostumbrado a tener a nuestro lado a gente que se preocupa por nosotros, a veces tan solo de una manera callada, discreta pero siempre atenta y vigilante al momento en que se les necesita.  O simplemente es que a veces nuestro egoísmo nos puede hacer pensar que tenemos derecho a más. Solo espero que como hasta ahora esa pequeña alarma interior me continúe avisando como hasta ahora recordándome cuan afortunado soy.

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